Poeta

Poeta
Matías Antón Mena

domingo, 10 de abril de 2011

SOLEDAD HERMANA



                 


X
Soledad hermana

Cansado de la pena porque la pena pesa,
te hago la promesa de que lo voy a intentar,
bien sabes que débil por siempre me he tenido
y no gusté jamás de guerras y pendencias,
pero cuando algo es justo lo lucho desabrido
cual  alazán salvaje,
un ser acorralado, sin género y sin nombre,
un hombre, un simple  hombre, ajeno a las pendencias.

Yo creo en la fortaleza que siempre has demostrado
y quiero que ahora luches con toda tu heredad.
Ejemplos has tenido desde que fuimos niños,
y ya cuando los hielos del tiempo nos congelan,
con las nieves caídas sobre las barbas ferrosas,
subidos en un bote, al mar, a la deriva,
yo te he visto fuerte, remar y no llorar.

El halo de esperanza que rueda en nuestras mentes,
y quiere enloquecer,  
que flota en el ambiente,
 de gente, mucha gente,
que aflore para siempre a nuestra mesa,
que llene nuestros platos,
que ruede por  las cosas,
que traiga la alegría e inunde nuestro lar.
Pasaron muchas noches a lo largo del tiempo,
y todas se han vivido a pecho descubierto.

No se si en la capaza nos queda algo de pan,
pero comeremos juntos ese maná divino
que habremos de amasar.
Y yo seré el payaso que tras la cara blanca,
hombre serio y deprimido,
lanzando un alarido,
os hace divertir.
Yo soy payaso triste, pero siempre lo he sido.

Cansado de tormentas, que la tormenta agota,
vendrán tiempos mejores, e iremos a nadar.
Y escribiré aquel cuento que yo siempre he querido.
¿Tú has visto aquellas olas, que chocan en las rocas,
bregando unas con otras, luchando sobre el mar?
pues cuando el viento  duerme y al azul viene la calma,
se marchan a la orilla, para poder descansar.
Ya llega la primavera, y la temporada es buena.
¡quiero vivirla contigo!
y no quiero que te duermas.


            Tengo mi mente atravesada por espejos rotos,
porque el dolor comprime,
quiero sentirlo de continuo, que me mate,
que no pase a mi recuerdo.
Tengo los ojos secos y con sangre,
y un cuchillo clavado en el ombligo,
porque mi pena es roja,
yo no quiero un verso que con mi carne rime
pues los versos son reflejos de un pasado cierto
¡Que en el corazón se imprime!

            Mientras mi martirio exista,
me mortifique, torture, y mi soma encoja,
mi mano será ese aire que tu piel respire,
el colchón donde reposas,
mi voz la nana que te arrulle,
mi sonrisa la piedra en que te apoyes,
mis labios el remedio de tu calentura,
seré de tus lágrimas la esponja,
mi voz el cuento que quieres que recite
y mi amor será la seguridad que buscas.

            Que mil perros me muerdan las entrañas
y daré rienda suelta a las dotes del arte que presumo,
quiero llevarte hasta ese muro
desde donde se ve el mundo y las vecinas,
puedo entretener tus ratos con mis juegos
y llevarte de la mano hasta la luna,
y, aunque obvio, decirte que te quiero Fina

            Que navegue mil leguas submarinas
y no pueda salir a flote desde el fondo,
que me piquen alacranes en los pechos
si no puedo amamantar tu sed de niña;
que he perdido tiempo, mucho tiempo,
viendo pasar las horas una a una
sentado, pidiendo en una esquina.
Olvidé abonar el huerto
y cogí las mandarinas
cuando no estaban maduras.

            Aún recuerdo la casa de los padres,
aquella que acaso esté en un cajón de tu alacena,
pero es que me vienen fotos a la mente,
tus lazos, mis zapatos, el agua del cántaro,
los peines, nuestro gato,
las cunas, los hermanos,
el dulce de tomate, nuestras mañas
y el día que volvió papá desde Alemania.

Que vengan los cristales a mis ojos,
que lluevan los filos lentamente,
para que no se cumpla en mi jamás esta condena,
que se retuerzan las tripas de mi sabia
y me mantenga despierto el sufrimiento de mi enojo.


            Miguel Hernández me ayuda
umbrío por la pena, casi bruno.
Lorca me grita desde las raíces del olivo.
Carilda Coliver me trae su Miedo,
que está mi padre rodando entre las cosas.
Mi madre se olvida del invierno
y mis heridas brotan gota a gota.

                       

Dedicado a mi querida hermana Fina.